Subieron a su casa en un silencio sepulcral, era baste incómodo. Iria empezaba a sospechar que tal vez se había precipitado a la hora de acudir a Barcelona. Lo amaba, eso era cierto, pero él no tenía ni idea. Y por lo que veía y sentía, estaba bastante cabreado con ella. No entendía por qué, acaso no la quería aunque sólo fuera como una amiga.
Ian abrióa la puerta de apartamento lentamente, por su cabeza le pasaban mil y un pensamiento y no sabía que hacer. Allí estaba ella, con sus pantalones vaqueros y esa camiseta que tan bien le quedaba. Le indico que pasrá con un gesto de cabeza pero ella se quedo parada durante unos segundos, parecía no querer entrar.
- ¿No vas a entrar? No creo que sea muy cómodo quedarte en las escaleras a dormir, me da la sensación de que son un poco frías y duras. Además mis vecinos no creo que lo vieran con buenos ojos.- Sonrió y la cogió de una mano atrayendola suavemente hacia él. - Venga pasa, veo que ni siquiera te has traido una mochila con un pijama y cosas de aseo. Has debido salir totalmente a la aventura, ¿no? Tú siempre tan loca.
Iria sonrió levemente.
- No te preocupes por eso, ya te dejo una de mis camisetas viejas. Aunque si te piensas quedar muchos días no creo que eso sea de gran ayuda. Pero no creo que dures mucho tiempo aquí.
- La verdad es que sólo quería hablar contigo, pienso volver mañana a primera hora. No quiero molestarte más de lo necesario.
- Para hablar no hace falta que vinieras hasta aquí, ¿sabes? Existe una cosa que se llama telefono, en dónde descuelgas marcas un número y puedes hablar con la otra persona aunque este lejos de ti.
- Ja, ja!! ¡Qué gracioso! Igual para eso tú tendrías que contestar alguna vez. Cosa que no haces mucho últimamente.
Ian la empujo suavemente hacia dentro de la casa.
- Sabes, te echo de menos. Necesito tener nuestras conversaciones, tenerte cerca. Te necesito a ti- dijo Iria acercandose a él para darle un abrazo.
- Las cosas han cambiado, y lo sabes. Yo estoy aqui y tú...
- Yo... yo sigo aqui aunque nos separen kilometros de distancia.
Ian la miro durante un rato y sonrio, para ella sólo era cuestión de amistad, él lo sabía muy bien. Estaba totalmente enamorada de Alberto y eso... eso nadie ni nada lo podría cambiar.
- Vamos a sentarnos en el sofá y a tomar algo tranquilamente y hablaremos, después te puedes echar en mi cama. Yo dormiré aqui. ¿Te apetece una coca cola o prefieres otra cosa?
- Una coca cola, estará bien.
Y mientras Ian se iba a la cocina a buscar dos refrescos, ella se quedo sentada en el sofá pensado en todo lo que había pasado hasta ese día.
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