La noche era oscura como tantas otras desde aquel momento en el que desapareciste de mi vida. Volvía mi casa por el mismo camino en el que nos encontramos la primera vez, dónde surgió la atracción. Dónde surgió el amor que ambos sabíamos que estaba prohibido. No podíamos evitar amarnos cómo lo hacíamos. Lo necesitábamos como los humanos necesitan respirar.
Esa oscuridad me hacía pensar en ti, en tu aire misterioso.
Recordé todos aquellos momentos en los que salías a encontrarme por las callejuelas de mi ciudad, siempre sin avisar para que nadie nos pudiera descrubrir. Anhelaba volver a verte, sentir tu presencia. Entregarte mi alma
Recordé tus ojos negros clavándose en los míos, sentí la sensación de quedarme atrapada en tu mente mientras descubrías que me amabas.
Tuve que parar un momento por qué empecé a temblar recordando aquellos momentos que pasábamos en la alcoba.
Note como tu pelo oscuro como el carbón caía sobre mi piel. Tus manos, siempre tan frías como el mármol, acariciándome. Tu voz sensual pidiéndome que me dejará llevar, que me dejarán atrapar por ti. Por el placer que sentíamos.
Pero recordando los buenos momentos también llegaron los malos y esa noche en la que nos separaron sin escuchar nuestra voz diciendo que nos amábamos.
Nos cogieron desprevenidos, amándonos en el silencio de la noche.
Cuando mis guardias te atraparon empecé a llorar porque sabía que nunca más nos volviéramos a ver, ese era el precio que tendría que pagar si quería que te perdonaran la vida. Escuchaba cómo gritabas mi nombre, cómo me decías que me amabas.
Vi cómo intentabas escaparte y deshacerte de ellos para conseguir tu libertad.
Pero ambos sabías que no lo conseguirías, te habían encontrado con las defensas bajas y ya era demasiado tarde para actuar.
Tu, rey de la Oscuridad, sucumbiste ante mi, reina de la luz. Alce mi voz para que mis guardias te soltarán. Suplique tu perdón haciendo una promesa que llenos mi alma de dolor. Al final conseguiste tu libertad volviendo a las Tinieblas para nunca mas regresar.
Y aunque sé que no volverás, todavía anhelo con desasosiego que un día aparezcas y poder querernos sin importar quién seamos.
Nena, que en tu afán por corregir acentos te has pasado de acentuar!
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